Sobre las maravillosas mujeres

Hablar sobre ese ser maravilloso que la naturaleza nos ha brindado para protejernos y cuidarnos cuando somos niños y acompañarnos despues en el transcurrir de la vida como el espectador atento e interesado en nuestras vidas es como poco, difícil e interesante. Ella nos da la vida y nos la quita para si misma, dejamos de ser dueños de nuestros actos para complacerla como objeto de nuestro más ferviente amor; crecemos y seguimos siendo orales a través de ellas y sus hijos gemelos que admiramos.

La mujer posee una fuerza extraordinaria para superar dificultades y aunque trillado, es la base que le da fundamento a toda persona, ellas son refugio de nuestras debilidades, confidentes, compañeras y eternas; en el sufrir, no hay quien resista más y con más voluntad; sin embargo, poseen la facilidad extrema de hacer quebrantar la nuestra. ¿Que hombre no haria lo que fuese por la mujer amada, por satisfacer sus deseos?, he tenido la suerte de estar privilegiado por la madre natura rodeandome de ellas.

Podría escribir mil palabras tratando de acercarme al menos a definirlas y este espacio se me quedaría corto, quiero agradecer y reverenciar a las mujeres en mi vida en las figuras de madre, abuela, hermana, hija, tia, compañeras, amantes y amigas dedicandoles este hermoso soneto de Lope de Vega (1562-1635) que de seguro logra dibujarlas con mayor definición.

Es la mujer del hombre lo más bueno,

y locura decir que lo más malo,

su vida suele ser y su regalo,

su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos cándido y sereno,

que muchas veces al infierno igualo,

por raro al mundo su valor señalo

por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,

no ha hecho el cielo cosa más ingrata;

es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,

y es la mujer, al fin, como sangría,

que a veces da salud y a veces mata.